Un alto porcentaje de los accidentes de tráfico se producen en invierno. Menos horas de luz y climatología adversa no se lo ponen en absoluto fácil a los conductores. De todos esos enemigos, posiblemente el más peligroso sea el hielo. A la hora de conducir con hielo en la calzada hay una máxima: tranquilidad. Hay una serie de técnicas, que desglosamos a continuación, que te ayudarán. Pero es mejor no tener que llegar a usarlas
- Velocidad adecuada: Si te aproximas a una zona en que hay o puede haber hielo reduce la velocidad antes de llegar a ella. Una vez en ella hay que intentar no mover el volante (o hacerlo de manera muy sutil, sin brusquedades).
- Nada de frenadas bruscas: Una de las reacciones más habituales cuando uno siente que los neumáticos pierden adherencia es pisar el pedal del freno con fuerza. Es inútil, lo único que conseguirás es perder más el control. Resulta mas conveniente pisar suavemente, y repetidas veces, el pedal para disminuir la velocidad, sin llegar a perder el control del vehículo.
- Aceleraciones suaves: En el hielo los neumáticos no se “agarran” como sobre el asfalto. Necesitan más tiempo para que lleguen a agarrarse a esa superficie, de modo que al acelerar rápido es más sencillo perder el control del coche. Para ganar tracción lo ideal es acelerar suavemente. Si no lo consigues, desacelera y vuelve a acelerar todavía con más moderación.
- Movimientos de volante delicados: Si tu coche llega a deslizarse, es inútil que sigas los pasos que suceden en un sobreviraje o subviraje… pues sobre el hielo no hay tracción. Lo que hay que intentar es recuperarla, algo que solamente conseguirás levantando el pie del acelerador. Al volver a tener tracción, gracias al ESP (control electrónico de estabilidad), el coche va a recuperar por sí mismo la trayectoria que le indicas con el volante. Ocurre lo mismo que con el aquaplaning: hay que dejar que el coche se deslice hasta que el neumático encuentre un resquicio de agarre.
- Marchas largas: Con estas relaciones, sin superar las 2.500 rpm, el par se entrega a las ruedas con mayor delicadeza, es mejor emplearlas que las cortas, que favorecen que las ruedas giren más rápido y aumenten las posibilidades de patinar.
Prevención
Conducir con hielo es algo contrario a las prisas. Antes de emprender un viaje, consulta el tiempo y el estado de las carreteras. Evita ponerte al volante si no es absolutamente necesario. En ese caso, si has de coger el coche conviene que salgas con tiempo para no crear situaciones de riesgo de manera innecesaria (como realizar un adelantamiento en un lugar delicado). También que sepas dónde puedes encontrar placas de hielo, para prestar más atención:
- Zonas húmedas y sombrías, sobre todo en zonas de montaña.
- En puentes y pasos elevados (y bajo ellos).
- Entradas y salidas de túneles.
- En badenes y depresiones.
- En cunetas sin arcén (la vegetación ayuda a la condensación de humedad).
Como sabrás, el hielo se forma cuando la temperatura alcanza los 0 grados, pero el termómetro ha de superar los 4 grados para que se vuelva a convertir en agua. No bajes la guardia aunque creas que no está helando. Tampoco si ves sol y parece que la carretera está en perfectas condiciones. Durante las últimas horas de la noche y hasta el amanecer, son las horas más frías del día… si hay algo de humedad, cuidado. Evita conducir de noche, cuanta más visibilidad tengas en invierno, mejor.
Ojo también cuando hay nieve. Es habitual que la gente siga las rodadas de otros vehículos, donde la nieve se va compactando y convirtiendo en hielo.
Además, en estas condiciones meteorológicas es vital aumentar la distancia de seguridad. La distancia que recorre un vehículo desde que conductor pisa el freno hasta que el coche se detiene aumenta muchísimo. Con más espacio entre vehículos, más espacio habrá para maniobrar sin riesgo de colisión en caso de que tú o el vehículo precedente patine en el hielo. Además, en estos casos, conviene utilizar cadenas de nieve o neumáticos de invierno para ganar adherencia.